Tuve la fortuna de tener una madre sumamente positiva, quien me enseñó que en la vida nada es imposible de lograr con esfuerzo y sobre todo con buena actitud.
Con el paso de los años ocupando cargos ejecutivos en diferentes empresas e instituciones, me di cuenta que, efectivamente, los conocimientos sumados a las habilidades, la experiencia y todo eso multiplicado por la actitud constituye el valor de la persona, está fórmula no es mía, es del conferencista Víctor Kuppers.
V = (c + h) *a
Entonces se preguntarán que es la buena actitud, en mi experiencia, son las personas que tienen buenas formas, las que se tratan bien así mismas, las que se respetan y respetan a los demás, son las que agradecen, las que tienen buen humor, las que saben reírse de sí mismas, son las que luchan, las que no se quejan, las que viven ilusionadas, las que tienen un proyecto de vida, que les da sentido y las motiva día a día. Las que contagian su alegría y su energía, personas que ayudan a los demás, las que genuinamente se alegran de los logros de los otros, las que te preguntan cómo estás, las que todos los días son y brindan su mejor versión, las que admiran la belleza y la naturaleza.
Estas personas tienen problemas como todo el mundo, por supuesto, pero a pesar de esto, salen adelante y saben que se debe elegir vivir siempre con alegría, que nunca se debe perder el ánimo y menos la esperanza. Son seres que han aprendido a luchar hasta el final, que reconocen sus propios límites, pasan página, se reinventan y siguen adelante. Eso las hace personas lúcidas y valiosas.
¿Se nace con actitud positiva? puede que sí, pero ahora se sabe que la positividad es una habilidad que se desarrolla, que depende de cada uno, que se trabaja diariamente, que es una elección, que es un compromiso con uno mismo, cuanto más se practica, más natural nos saldrá y podremos vivir una vida más equilibrada y feliz.